Para los jóvenes saharauis nacidos en los campamentos de Tinduf, el desierto no es una circunstancia temporal: es su hogar. No han visto la tierra que les pertenece por derecho, pero la sienten como una herencia invisible. Y eso los convierte en una generación que lucha con nuevas herramientas.
Muchos estudian en Argelia, Cuba, España o Venezuela, gracias a becas gestionadas por el Frente Polisario y organizaciones solidarias. Otros se forman en profesiones técnicas, ciencias de la salud o comunicación. Al volver, enfrentan el dilema: aportar a su comunidad o buscar un futuro fuera del exilio permanente.
La juventud saharaui está cada vez más conectada: redes sociales, canales de YouTube, documentales, podcasts. Usan el mundo digital para narrar su historia, denunciar abusos en los territorios ocupados, organizar campañas internacionales.
Pero también sienten frustración. Llevan décadas esperando un referéndum que no llega, una resolución que no se cumple. Viven entre la fidelidad a su causa y el deseo de una vida plena.
Frente a la inacción internacional, los jóvenes saharauis no se rinden. Están reinventando su lucha: desde la música, la literatura, el activismo ambiental y los foros universitarios. Porque para ellos, el Sáhara no es solo un lugar: es una promesa que aún están decididos a cumplir.