Profesionales locales e internacionales trabajan en condiciones precarias para atender a una población con altos índices de anemia y desnutrición.
En los campamentos de refugiados saharauis, la atención sanitaria es limitada pero vital. Cada “wilaya” cuenta con hospitales y las “dairas” con dispensarios, donde muchas mujeres ejercen como auxiliares de enfermería. El Hospital Central de Rabuni atiende patologías complejas con apoyo de médicos cubanos y cooperantes internacionales.
La falta de recursos es el principal reto: salarios bajos, material escaso y escasa infraestructura. Aun así, se han creado escuelas de formación para personal sanitario y se promueven campañas de salud comunitaria. La cooperación internacional actúa como salvavidas, y proyectos como Renacer en la Arena integran la salud con la educación ambiental, demostrando que incluso en la Hamada puede brotar la esperanza.