Cuando se habla del conflicto del Sáhara Occidental, pocas veces se menciona el papel crucial de las mujeres saharauis. Sin embargo, en los campamentos de Tinduf y en los territorios ocupados, ellas han sido las verdaderas arquitectas de la resistencia civil y social.
En los años 70, mientras los hombres partían al frente de guerra, las mujeres se quedaron a construir los campamentos de la nada: jaimas, cocinas, pozos, escuelas. Lo que parecía una solución temporal se convirtió en una sociedad estructurada, sostenida por manos femeninas. Hoy, muchas ocupan cargos ministeriales, lideran ONGs, y gestionan servicios básicos.
Además de su rol político y administrativo, las mujeres saharauis son las guardianas de la identidad cultural. Transmiten el hassanía, cocinan platos tradicionales, organizan bodas, rituales y celebraciones. En un contexto de ocupación y exilio, ellas garantizan que las raíces no se pierdan.
Pero no todo es heroísmo: también enfrentan desafíos. La juventud femenina lucha por un cambio generacional dentro del Frente Polisario, y por abrir debates sobre derechos reproductivos y equidad de género. Muchas desean estudiar en el extranjero, trabajar, y decidir sobre su futuro sin tener que elegir entre tradición y libertad.
La mujer saharaui no es víctima pasiva del conflicto. Es protagonista activa de una resistencia profundamente humana, donde el cuidado y la política conviven.